Aunque son conceptos diferentes, la memoria y la concentración son funciones que se relacionan entre sí para que el cerebro realice procesos de almacenamiento, asimilación y aprendizaje.
Cuando realizamos una actividad diferente o aprendemos algo nuevo, el cerebro está creando conexiones neuronales que con el tiempo facilitan la asimilación y los recuerdos a largo plazo, claves para la adaptación del entorno en que vivimos.